19 mar 2010

Rolando Tequila

De entre todos los personajes que he creado, el de Rolando Tequila es el que más problemas me causa. Lo fui moldeando hace ya algunos años. No me preocupé mucho por su apariencia: bajo, rengo, escaso cabello, barba áspera y torcida, más cachetón que gordo. En fin, lo descuidé bastante en ese aspecto; sin embargo, le otorgué un poco de inteligencia.
Una vez que tuve la imagen completa, redacté algunas líneas en donde el protagonista era Rolando Tequila; pronto abandoné la empresa. Días más tarde, aún con aquella idea, intenté usarlo como personaje secundario. Finalmente, renuncié a todo.
Él no tenía la misma opinión. Por ello regresaba a mi mente con frecuencia. Entonces, después de buscar papel y lápiz, entablé inconscientemente una conversación con él. Yo dejaba fluir sus palabras a través de mi mano. Descubrí de esta forma una poderosa inteligencia en Rolando Tequila: ¡incluso había estudiado libros que ni siquiera yo conocía! Eso me provocó el primer dilema: si aquél está dentro de mí −nutriéndose de mis experiencias−, y yo no he leído x o y libro, cómo es posible que él conozca algo de lo que apenas tengo noción. Sin duda alguna, Rolando Tequila comenzaba a tener destellos creadores y en algunos de ellos había elaborado su propia literatura y filosofía.
Aún hay más. También me percaté que esos barruntos suyos los plasmaba en textos cuyos títulos plagiaban los nombres de reconocidas obras y que −al permitirme explorarlos− estaban escritos en una lengua desconocida: había creado su propio sistema de escritura (y aun del habla, posiblemente).
Concluí que Rolando Tequila me había superado. Al tener él su propio lenguaje, ya no podía yo controlar sus pensamientos. De hecho, pasé constantes noches en vela imaginando cómo eran sus sueños y sus razonamientos, esa mezcla de imágenes y palabras. Deseaba saber qué tan amplia era su lengua, hasta dónde le permitiría desarrollar aquella impresionante capacidad suya.
En una de las incursiones a sus libros, cuando hojeaba sin mucho detenimiento, sobresalió mi nombre de entre las rarísimas letras de aquella página. Ese astuto de Rolando Tequila escribía algo acerca de mí: no tengo idea si es una biografía, si me usa como personaje en alguna novela, si me difama o si en este momento, mientras escribo, me está creando.